martes, 24 de noviembre de 2009

Cómo sobrevivir al frío y la oscuridad


Noviembre en Suecia es un mes frío. Muy frío. Supongo que esto es algo que parece obvio, sobre todo para los que estamos en Suecia de Erasmus, pero lo recalco para la gente que nos sigue en otras latitudes. Sin embargo, no es quizás el más frío, pero el hecho de que la luz del sol se desvanezca poco a poco, día tras día, te hace sentirte más melancólico si cabe y con un trastorno biológico de no te menees...

Tengo que decir que esto no me viene de nuevas, ya se encargaron de advertírmelo la gente que ya había pasado por ello, pero no te lo terminas de creer. Además, después de pasar temperaturas asfixiantes en España, uno casi desea pasar un poco de frío. Eso sí, a lo que no está acostumbrado uno es a la falta de sol, porque sencillamente nunca te lo has planteado. ¿Qué pasaría si mañana, cuando volvieras a casa para comer, mientras ves las noticias de las 3 se hace completamente de noche? ¿Y si durante las horas de luz estuviese nublado, y pasaras 2 o 3 semanas echando de menos un rayito de luz? Directamente no entra en tu mollera que de repente la tarde, tal y como la conocemos, con todos sus significados, dejara de existir durante por lo menos mes y medio. Y sin despedirse...

Por otro lado, también tengo que reconocer que el otoño es especialmente bonito en Suecia, dada la gran cantidad de masa forestal que cubre este país. Para cuando llega el otoño, ves como en pocos días se ha formado un auténtico manto de hojas de color cobrizo, que le da un encanto especial a esta época del año. La gente, aún con algo de sol, sale por la tarde a pasear por los bosques o a dar un paseo por los parques. Pero a medida que se van cayendo las hojas de los árboles, la luz va desapareciendo y las nubes oscureciendo el cielo, y haciéndote sentir una sensación extraña que te hace quedarte en casa la mayoría de los días. Ahora entiendo cuando me decían que el carácter de los suecos cambia mucho dependiendo de la estación del año, y también de que a la mínima se quieran venir a España para recordar cómo era la sensación de pasar calor.

A día de hoy, aún nos quedan días de oscuridad, más si cabe, así que vamos cuesta abajo sin frenos. Cada día perdemos alrededor de 4 minutos de "luz" (si es que la hay) hasta el 21 de diciembre, día en el que se celebra el solsticio de invierno y cambian las tornas. Es entonces cuando la que se tiene que desvanecer poco a poco es la oscuridad, dando paso a una luz pálida y blanquecina, acompañada de las primeras nevadas del año. Hasta que eso ocurra, la mayoría de los suecos encuentran consuelo, en el calor del hogar, encendiendo tantas velas como sea posible para recordar que al final del túnel está aún una llamita de luz, y que les ayuda a sobrellevar pacientemente los tonos grisáceos, con la esperanza de que la llegada del astro sol no se haga demasiado larga. Así que a aguantar, que ya casi estamos...

sábado, 14 de noviembre de 2009

Viaje a Riga y Road Trip por Suecia


Por aquí, ya he empezado el nuevo período, el 2º de otoño. Parece mentira que sea otoño, porque está haciendo tiempo invernal de verdad, ya casi no me acuerdo de lo que era el sol y eso empieza a hacer mella...
En Riga, que por cierto pudimos conocer a la familia de nuestro particular compañero letón, Vadim, pudimos experimentar la primera nevada del año. Aunque para la gente de allí, deben de estar más que acostumbrados, porque yo creo que el termómetro no subió de los 2 grados, y la sensación térmica era mucho más ruda por la humedad y el viento. La ciudad muy bonita, con un cierto estilo soviético aún, pero lo que más me gustó personalmente fue conocer a la familia de Vadim, realmente encantadora. Nos agasajó con una comida que pa qué, con caviar y anguilas, ahí es nada!

Sin tiempo para recuperarnos, nos fuimos de Road Trip por los pueblos cercanos de camino a Götebörg. No está nada mal, sobre todo para conocer las cercanías, ya que llevamos 3 meses y lo único que conocemos de Suecia es Estocolmo y Linköping. Fue un viaje largo pero intenso también. Recorrimos cerca de 10 pueblos, cada uno con su encanto particular, unos estilo medieval, como Vadstena, Falkenberg o Varberg, y otros más típicamente de verano, sobre todo los de la costa, aunque también bonitos.
En Götebörg, en el cual sólo estuvimos día y medio, nos dio tiempo a visitar el centro y el puerto, aparte de los restaurantes de la zona. Comimos en un italiano, los cuales hay a patadas, seguidos de cerca por los tailandeses y asiáticos en general. Eso sí, pudimos encontrar también uno español, La sombrita, en el que preparaban raciones de paella, cómo no, aunque era más de copas y tapeo.
¿Cosas que resaltar de Götebörg? Me dio la impresión de que no extraímos todo el jugo en nuestra visita, con lo cual nos quedan más viajes pendientes (quizás con futuros visitantes...), pero en general me recordó más a las grandes ciudades como Londres, París o Madrid, muchas tiendas, restaurantes y edificios de apartamentos. Eso sí, con acento escandinavo.
Después de una semanita bastante movidita, de vuelta a las clases, un poco más melancólica si cabe por el tiempo otoñal, ya de por sí bastante gris, pero encima anocheciendo a las 4 de la tarde... Y lo que te rondaré morena...!
Pero a pesar de eso, tenemos nuestros acicates de erasmus, como una clase de salsa que tuvimos ayer, o las típicas cenas internacionales. Así que, no me puedo quejar!

sábado, 17 de octubre de 2009

Primeras impresiones en Linköping

¡Bienvenidos por fin a mi recién conquistado cachito del ciberespacio blogueril! Está será mi bitácora personal, donde iré dejando plasmadas mis impresiones durante mi estancia de un año aquí en tierras suecas. En concreto, se trata de Linköping (a partir de ahora pronunciado "Linchopin"), ubicado en la comarca de Östergotland, al sur de Suecia.
Fue hace, si mal no recuerdo, 78 días cuando Linköping me recibió, un día 3 de Agosto moderadamente soleado, con las maletas cargadas y bajando del autobús que me dejaba en Ryd, el barrio donde iba a residir durante los 11 meses venideros. Recuerdo perfectamente ese día, era como un niño, feliz en su primer día de colegio, enfrentándose a lo desconocido con una sonrisa en la cara e imaginando cómo sería la vida a partir de ese momento. Todo eso mientras intentaba no perderme y encontrar el camino a mi nueva y humilde morada.


Puedo decir que ese quizá fue el único momento en el que me pude haber sentido un pelín desubicado y en soledad. No pasó mucho tiempo hasta que conocí a mi primer compañero de corridor, que además era sueco, Adam. Él fue quien me fue introduciendo en cómo es el apasionante mundo de la convivencia en un corridor (no tan apasionante si ya has vivido en un piso compartido, porque básicamente es lo mismo, pero bueno, en aquel momento para mí lo era...) y también el que me enseñó las magníficas instalaciones que disponemos en el barrio, como lavanderías, barbacoas, centro de reciclaje, centro de salud, centro comercial. En ese momento, recuerdo que pensé por primera vez no arrepentirme en absoluto de haber elegido Linköping como destino Erasmus. Barrio tranquilo, compañeros acogedores, vida en comunidad, ¿quién se puede quejar?



Después de bajar a la tierra de nuevo, recordé que aún me quedaba otro sitio por visitar antes de dar por completada mi llegada, y ese sitio era la Universidad de Linköping. No resultó muy difícil, sólo tuve que dejarme guiar por las señales, que indicaban que estaba a menos de un kilómetro. Ello me brindaba una oportunidad ideal para recrearme en el camino con el frondoso paisaje con el que Suecia me había recibido, lleno de árboles altísimos y mucho verde por todos lados y de todos los tamaños. Con tal cantidad de verde, no es raro que el camino lindara con un campo de golf, cosa que me sorprendió pero no me dejó atónito.

Y ahí estaba la Universidad, imponente, con un kilómetro de campus y un número considerablemente abundante de bicicletas que salpicaban la travesía.


Cuando llegué a la Oficina
Internacional, pude comprobar que no era ni mucho menos el único que aguardaba a registrar su llegada y recoger unas primeras pautas de ubicación y pasos a seguir. Me esperaba una cola larga, haciendo cálculos por lo bajo lo menos una hora, así que cogí ticket y me senté, no sin antes pasarme por una mesita que habían preparado con galletitas y limonada, todo un detallazo que decía mucho del trato que dispensan a los alumnos allí.

Después de tener una charla relajada con otra chica recién llegada alemana, nos hicieron pasar a un grupito de varias personas a una sala y allí un simpático chaval nos presentó la universidad y nos despejó las dudas de qué narices hacíamos allí y que era lo que se suponía que teníamos que hacer en los próximos días. Después nos repartió una "Guía de supervivencia" (literal) en la que nos daban consejos prácticos para no perdernos en los primeros días, tales como el banco apropiado para sacarse la cuenta bancaria, cómo configurar Internet, dónde comprar bicis por buen precio o qué líneas de bus debíamos de coger para llegar a diferentes sitios de la ciudad. Guau, pensé, aquí no dejan nada a la improvisación, así me gusta.


En el camino de vuelta a casa, me encontré con un grupito de españoles, por fin!, así que nos presentamos y formamos nuestro particular grupo de reconocimiento de la zona, en el que poder expresar nuestras primeras impresiones y primeras dudas acerca de todo lo que nos habíamos encontrado hasta el momento. Ya agotados de tantos nuevos descubrimientos, decidimos, para dar por acabado el día, pasarnos a hacer la primera compra de supervivencia en el super del barrio, Hemköp, del cual quizá me oiréis hablar alguna vez, que no tiene nada en común con el típico Día o Ahorramás, por lo menos en los precios, pero bueno, es un pequeño coste que uno está dispuesto a pagar por tenerlo a sólo dos minutos andando desde casa.

A la salida nos topamos de frente con un restaurante italiano, y pensamos, qué mejor sitio para tener una cena agradable y dar por finalizado nuestro primer día de nuestra particular experiencia Erasmus. Creo que en ese momento en que lo estás viviendo no te das cuenta, pero algo te dice que esas primeras impresiones son de esos recuerdos que, al igual que el primer día de clase, se quedan contigo durante toda tu vida y de alguna manera marcan un antes y un después, un punto y aparte, el inicio de una nueva etapa, que afrontas con entusiasmo y con la sonrisa de un niño en su primer día de cole.